Jorge Salazar, vida de un lord limeño.

Por Juan Carlos Canales Patiño 


La elegante sencillez

Un efímero encuentro con unas de las más preclaras plumas del periodismo nacional y su amplio universo de intereses.
La llamada de ese domingo confirmó mis sospechas, el ubicuo personaje reclamaba la hora exacta en la que me podía apersonar a su domicilio por lo que las 11 de la mañana pactadas me obligaron a recurrir al inevitable taxi, Jorge Salazar, periodista y escritor, aguardaba acompañado mi visita.
La salida del departamento de su eventual visitante me dejó con estantes atestados de libros y una sencillez que coexistía con la apariencia esmirriada de Salazar, un sweater y unos jeans junto a una gorra de AC/DC resumían a un hombre parco e impávido ante cualquier intento mío por congraciarme desde un principio con él.
Sin embargo, todo fluyó naturalmente y los recuerdos empezaron a aflorar.

Espíritu universal
Sus primeros años de vida transcurrieron en una familia acomodada entre bibliotecas particulares y una afición por la lectura que lo hacían sentirse menos incomunicado en un mundo donde los niños no tenían ni voz ni voto, “sentía necesidad de escribir por encontrar un refugio en los libros y en la lectura y además porque hablaba muy poco”, sostiene Salazar, “yo tenía necesidad de expresar cosas, de contar, de narrar mis sentires, era un mundo para mí muy hermético.”
Sus estudios escolares lo marcarían en su personalidad ya que se realizaron en Europa, el periplo por países como Alemania, Holanda, Inglaterra y España le dieron una escasez de rasgos comunes con sus paisanos peruanos, una puntualidad de la que me percaté al instante, un respeto por las costumbres de su país y una conciencia de intentar ser el mejor en cada cosa que hace.
Este último rasgo es inequívoco de su persona junto a sus modales anglosajones de anfitrión, la escuela escocesa le enseñó acerca del espíritu gregario y de un sentido de pertenencia muy arraigado al grupo del que se es parte, ”lo que usted hace redunda en el grupo, si usted llega tarde todos los alumnos de su grupo van a recibir un castigo, no solamente usted, entonces se va creando un sentido de pertenencia a una comunidad y se fomentan liderazgos”.
El asumir el periodismo como una carrera fue una necesidad universitaria impuesta por vivir en la España de Francisco Franco, “ninguna escuela me ha dado lo que me ha dado el ejercicio mismo, los centros de estudios superiores son verdaderamente inferiores frente a la gran escuela de la vida, a la escuela de la calle”, reflexiona Salazar, sin embargo sus variados intereses lo llevaron por rumbos tan diversos como el estudiar arte e ir orientando lo que posteriormente sería su reconocida labor de escritor.

El choque cultural
El cambio de sociedad luego de abandonar los estudios de juventud le afectó en cierta manera, el desorden limeño en especial hizo que reconociera aspectos tan insondables de una urbe cuyas características le eran ajenas, la contaminación, una prensa o una televisión deliberadamente vulgar le eran chocantes pero asimiló sus rasgos porque eran propios de su país.
Paradójicamente, surgió en él un particular afán por analizar la miseria moral de la vida criminal peruana y ante mi sospecha de un interés tanático en su persona me refuta; “yo creo que hay que jugar con la vida, hay que gozarla pero hay que entender que existe la muerte y que conforme las grandes batallas forman parte de la historia del Perú también sus crímenes forman parte de su historia, por lo que hay que meter la nariz en todas partes”.
El periodismo a su parecer está tan escindido o dividido como la sociedad misma, ya que por ejemplo se informa de manera distinta crímenes que suceden en distintos estratos sociales, afirma entonces “si Clímaco Basombrio hubiese nacido en los Barrios Altos o en la Victoria o en alguna zona marginal no hubiera sido el asesino del martillo sino el monstruo del martillo”.
La peruana, es a su modo de ver una comunidad necesitada de orientación, la percibe por tanto desorientada, sin ideas y poco informada y es aquí donde la tarea del periodista debe hacerse presente en un pueblo eminentemente ignorante y lleno de dudas.
Considera Salazar que el peruano no valora la enorme herencia histórica que el Perú tiene y lo que esto conlleva, la civilización a la que pertenecemos ha sido a su entender aquella gente que ha contribuido de manera esencial al desarrollo de la humanidad lo que trasciende cualquier frontera y de lo que no puede ufanarse cualquier país.
Frunce el ceño para admitir que la desinformación en el peruano hace que realidades como el fútbol sean tan calamitosas como la realidad social o política, todo esto debido a que hay un profundo desconocimiento de lo que significan las ciencias o las disciplinas y sentencia: “somos un país pobre, pero pobre en conceptos, en ganas de vivir y trascender, este es un pueblo que necesita de una inmensa catarsis y a veces da la impresión que nos acompaña una especie de maldición, que estamos marcados por la desgracia”.
La democracia no ha existido realmente en el Perú a su modo de ver y el no tener una conciencia colectiva que reconozca cuando empezaron los males para no repetirlos es una muestra del olvido de nuestra historia, “El periodista cumple una labor fundamental, porque ¿qué es la vida diaria?, la historia, la historia es lo que comemos, lo que bebemos, nuestros crímenes, nuestras grandezas; la historia del Perú nace con las crónicas y las crónicas es periodismo, nos hemos olvidado”.

Cuestiones del ser
Catedrático de Ciencias de la Comunicación y sibarita por excelencia, Salazar es multifacético con aficiones como la gastronomía o el fútbol, el periodista quien es el primer catedrático de gastronomía en el mundo, considera que el talento no es suficiente para sobresalir, “mi inspiración consiste en trabajar todos los días”, puntualiza.
Sus metas fijadas van desde trabajar hasta el último día de vida hasta ser beneficioso de alguna manera al país lo que de modo alguno le hace olvidar lo grato que es sentir la admiración de alguien; al escucharlo, esa humildad tan bien mostrada no puede ocultarme los atisbos de orgullo de quien se sabe exitoso, Salazar no rehúsa el halago, lo siente propio.
Su mirada esquiva en todo momento la mía y se excusa vez tras vez por alguna actividad doméstica a realizar, pero su ensimismamiento se exacerba aun más cuando indago por su vida privada, su soledad buscada sin esposa ni hijos es un elixir para trabajar con la paz necesaria, y en tan breve discurso pone un alto en mis preguntas,“amo profundamente mi soledad y sufro menos, no me gusta sufrir”.
Los amigos surgen entonces como la fuente de afecto recurrente y les está muy agradecido así como a las instituciones que apoyan su labor y le permiten vivir con cierta dignidad.
Los galardones como el premio Casa de las Américas en su labor de escritor le llegaron por ensayos que sospecho lo hicieron amigo de escritores como García Márquez o Vargas Llosa lo que reflejan las fotografías que adornan sus paredes.
Afrontando la vejez de su vida, sus 62 años le hacen sentirse complacido por el trabajo realizado a lo que se suma una suerte especial que cree gozar ya que la estima del público siempre está presente debido a su entrega y dedicación a su labor principalmente de cronista.
La gaseosa ofrecida está casi entera, mi distracción en la conversación me alejó del tiempo y era momento de marcharse, su extrema calma e indiferencia me parecieron tan inusuales como si se trataran de dos personas distintas, una de ellas no le teme a la palabra y la otra observa desconfiado a quien osa arrebatarle reflexiones en su espacio privado. El ascensor me recibe.
Vuelve a ser él mismo nuevamente.

¿Sabías que?
La educación europea hizo de Salazar un crisol de reminiscencias del viejo mundo que encontraron una antagónica realidad a su retorno a Lima.


jcanalesp@yahoo.com
10 February 2006